viernes, 27 de enero de 2012

Domingo IV del tiempo ordinario (B)


Jesús enseñaba con autoridad

 Antífona de entrada (Sal 105,17): Sálvanos, Señor Dios nuestro; reúnenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo nombre, y alabarte será nuestra gloria.
Oración colecta: Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres.
Primera lectura (Dt 18,15-20): Habló Moisés al pueblo diciendo: «El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo, de entre tus hermanos. A él le escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir». El Señor me respondió: ‘Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, es reo de muerte’».
Salmo responsorial (94,1-2/6-7/8-9/R: 8): Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos en su presencia dándole gracias, vitoreándole al son de instrumentos / Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía / Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto: cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras» / R: Ojalá escuchéis hoy su voz; no endurezcáis vuestros corazones.
Segunda lectura (1Cor 7,32-35): Hermanos: Quiero que os ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
Aleluya (Mt 4,16): El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló
Evangelio (Mc 1,28-28): Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios». Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él». El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y lo obedecen». Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Oración sobre las ofrendas: Preséntanos, Señor, estas ofrendas en tu altar como signo de nuestra servidumbre; concédenos que, al ser aceptadas por ti se conviertan para tu pueblo en sacramento de vida y redención.
Antífona de comunión (Sal 30,17-18): Haz brillar tu rostro en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Postcomunión: Reanimados por estos dones de nuestra salvación, te suplicamos, Señor, que el pan de vida eterna nos haga crecer continuamente en la fe verdadera.


Vivimos hoy día en medio de un panorama ideológico plural en el que circulan miles y miles de mensajes, pensamientos y enseñanzas. En este gran mercado, a veces tan agobiante, no es fácil encontrar una palabra viva y vivificadora. ¿Cuántas palabras, cuántas enseñanzas llegan hoy al oído del hombre y del cristiano? ¡Millones! Y entre todos esos millones de mensajes, ¿dónde está la palabra que dé vida y alimente el alma en ese día? El maestro cristiano, ya sea sacerdote, profesor, padre de familia o catequista, actualizando la enseñanza de Jesucristo debe decir palabras vivas, con fuerza de eternidad, que no pasen, sino que perduren, den sentido a la vida y sirvan de crisol a todos los millones de otras palabras escuchadas.
Ante esta realidad tan estupenda como es la Palabra de Dios y su valor infinito, uno siente la tentación de preguntarse por qué a veces son tan aburridas las clases de religión o las homilías dominicales. ¿Qué estamos haciendo con la Palabra Viva? ¿Por qué, siendo viva, no logra vivificar el corazón del predicador cristiano y del oyente? Algo está pasando que hace de la Palabra viva y eficaz una palabra quizá estéril y muerta, o al menos sin garra o impulso vital y transformador. Oremos todos para que los maestros de la Palabra lleven siempre en sus labios y en su corazón la Palabra de Vida.
Cuando la palabra del maestro no es viva ni vivificante, no podemos esperar otra actitud sino el aburrimiento y el rechazo. Esto es tan evidente casi como un axioma. Pero, ¿por qué, incluso cuando la palabra está llena de vida e infunde vida, tampoco es escuchada ni acogida muchas veces? Jesús tuvo ya que afrontar el rechazo a su Palabra, porque los hombres encontraban duras sus enseñanzas. Lo sucedido en la sinagoga de Cafarnaum es un paradigma de ello: unos admiraban la autoridad con la que enseñaba Jesús, pero no daban el paso de aceptar sus enseñanzas, mientras que a otros ya estaban conformes con quedarse como estaban, como en el caso del endemoniado, que lanza a Jesús este improperio: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?». Y Pablo, ¿acaso no tuvo que hacer frente a tantos que no mostraban interés por el Evangelio o simplemente lo rechazaban?
No nos debe extrañar que la Palabra Viva sea como un parteaguas que divide a los hombres entre quienes la acogen o la rechazan. La Palabra Viva se escucha en la libertad y para hacer hombres libres, pero hay quienes eligen ejercer su libre albredío rechazando la fuente de la libertad. La Palabra Viva es como una semilla que cae en tierra buena, y también en tierra que está dura, o no tiene profundidad, o está llena de espinos. Pidamos a Dios que con su gracia limpie y cultive su campo, de modo que los hombres -nuestros feligreses, alumnos e hijos- acepten la Palabra Viva para que dé en su corazón y en sus obras frutos abundantes.



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