viernes, 3 de febrero de 2012

Domingo V durante el año (B)


 Curó a muchos enfermos de diversos males

Antífona de entrada (Sal 94,6-7): Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios.
Oración colecta: Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza.
Primera lectura (Job 7,1-4.6-7): Habló Job diciendo: El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero. Como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. Mis días corren más que la lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerdo que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha.
Salmo responsorial (146,1-2/3-4/5-6/R: cf. 3a): Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel / El sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre / Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados / R: Alabad al Señor, que sana los corazones quebrantados.
Segunda lectura (1Cor 9,16-19.22-23): Hermanos: El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación de esta Buena Noticia. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
Aleluya (Mt 8,17): Cristo tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.
Evangelio (Mc 1,29-39): En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca». Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a, las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido». Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
Oración sobre las ofrendas: Señor, Dios nuestro, que has creado este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas, concédenos que sean también para nosotros sacramento de vida eterna.
Antífona de comunión (Sal 106,8-9): Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Calmé el ansia de los sedientos y a los hambrientos los colmó de bienes.
Postcomunión: Oh Dios, que has querido hacernos partícipes de un mismo pan y de un mismo cáliz, concédenos vivir tan unidos en Cristo, que fructifiquemos con gozo para la salvación del mundo.


La salud espiritual y física es el don más preciado que podemos disfrutar, y lo valoramos más en la medida en que la enfermedad nos lo quita o disminuye. Quien ha pasado por la experiencia de una enfermedad grave sabe el riesgo que supone para su vida y conoce el sufrimiento físico y moral que representa la falta de salud: las dolencias que consumen el organismo y la dependencia de estar supeditado al cuidado de los demás. Aun así, la enfermedad es un medio que nos ayuda a llegar a Dios y que los cristianos tenemos que saber asumir; no quiero decir con ello que debamos buscar enfermedades y provocarnos dolencias, sino saber aceptar la enfermedad cuando ésta se presenta, y ayudar a los hermanos que sufren a llevar su cruz mediante el consuelo y el servicio.
La enfermedad nos habla del misterio del mal, pero a la vez se nos muestra también como un ámbito en el que Dios actúa y nos comunica la salvación. Al curar enfermos, Jesús manifiesta la misericordia divina y anuncia el Evangelio, relacionando la curación con el perdón de los pecados y el poder de la fe: «Tus pecados quedan perdonados» o «tu fe te ha salvado», dirá más de una vez al devolver la salud a los enfermos de toda clase. Hoy se nos invita a reconocer y agradecer a Dios tanto el don de la salud y de la curación, como las oportunidades con las que nos hace participar del misterio de la cruz a través de la enfermedad y el sufrimiento.
Respeto a la salud física, tan deseada, el mundo actual está cimentado en una gran mentira: si elimináramos de golpe todos los fármacos, prótesis, gafas, marcapasos, dentaduras postizas, muletas y aparatos, y si no se pudieran llevar a cabo operaciones quirúrgicas, ¿qué panorama tendríamos? Sería espantoso ver la realidad de un mundo formado por mutilados, achacosos, tullidos, ciegos, sordos, cojos… Los adelantos de la medicina nos han concedido una calidad de vida aceptable, pero a la vez han disimulado un hecho que nos cuesta aceptar: que somos limitados y que la debilidad forma parte de nuestra condición. Por otro lado, nos equivocaríamos también si pensáramos que todo se soluciona con la recuperación de la salud física. Por más adelantos técnicos que haya en los hospitales, servirán de bien poco si falta amor y calor humano, y aquí los cristianos debemos aportar la luz y el calor del Evangelio. Hay enfermedades que no sólo se curan con fármacos y operaciones, sino que necesitan la luz de la fe, la oración, el consuelo, el perdón y la reconciliación, la compañía y el cariño. En el acompañamiento y el cuidado de los enfermos, estamos llamados a manifestar el amor y la misericordia que Jesús tenía hacia ellos. Igualmente, ¡hay tantas enfermedades psíquicas y depresiones causadas por la fatiga, el miedo, la incomprensión, la soledad…! Todos debemos ir hacia Jesús y, a la vez, en nombre de Jesús, debemos acoger también a quien sufre.

viernes, 27 de enero de 2012

Diumenge IV durant l'any (B)




Jesús ensenyava amb autoritat

 Antífona d'introducció (Sl 105,47): Salveu-nos, Senyor, Déu nostre, aplegueu-nos d'entre les nacions; en donarem gràcies al vostre nom i ens gloriarem de lloar-vos.

Col·lecta: Senyor, Déu nostre, feu que us estimem amb tot el cor i que també estimem tots els homes amb una caritat sincera.

Lectura primera (Dt 18,15-20): Moisès digué al poble: «El Senyor, el teu Déu, farà que enmig teu, entre els teus germans, s'aixequi un profeta com jo. Escolteu-lo. El dia que t'havies reunit en assemblea al peu de la muntanya de l'Horeb, vas demanar al Senyor, el teu Déu, de no tornar a sentir la seva veu i de no veure més aquell gran foc, per por de morir. Llavors el Senyor em va dir: ‘Tenen raó de parlar així. Jo faré que s'aixequi enmig dels seus germans un profeta com tu; li posaré als llavis les meves paraules i ell els dirà tot el que jo li ordenaré. I jo mateix demanaré comptes als qui no escoltin les meves paraules, que ell dirà en nom meu. Però si un profeta gosa dir en nom meu paraules que jo no li hauré ordenat, o bé parla en nom d'altres déus, llavors aquest profeta morirà’».

Salm responsorial (94,1-2/6-7/8-9/R: 8): Veniu, celebrem el Senyor amb crits de festa, aclamem la roca que ens salva; presentem-nos davant seu a lloar-lo, aclamem-lo amb els nostres cants / Entreu, prosternem-nos i adorem-lo, agenollem-nos davant el Senyor que ens ha creat. Ell és el nostre Déu, i nosaltres som el poble que Ell pastura, el ramat que ell mateix guia / Tant de bo que avui sentíssiu la seva veu: «No enduriu els cors com a Meribà, com el dia de Massà, en el desert, quan van posar-me a prova els vostres pares i em temptaren, tot i haver vist les meves obres» / R: Tant de bo que avui sentíssiu la seva veu: «No enduriu els cors».

Lectura segona (1Co 7,32-35): Germans, jo voldria que visquéssiu sense neguit. El qui no és casat pot ocupar-se de les coses del Senyor i mirar de complaure'l. En canvi, el casat s'ha d'ocupar de les coses del món i mirar de complaure la muller, i té el cor dividit. Igualment, la noia jove o la dona no casada poden ocupar-se de les coses del Senyor i de ser santes de cos i d'esperit; en canvi, la casada s'ha d'ocupar de les coses del món i mirar de complaure el marit. Tot això ho dic pel vostre bé, no per lligar-vos a res. Penso tan sols en allò que més convé i que més facilita de viure dedicat al Senyor, sense destorbs de cap mena.

Al·leluia (Mt 4,16): El poble que vivia a les fosques ha vist una gran llum, una llum resplendeix per als qui viuen al país tenebrós.

Evangeli (Mc 1,28-28): A Cafarnaüm Jesús anà en dissabte a la sinagoga i ensenyava. La gent estava admirada de la seva doctrina, perquè els ensenyava amb autoritat i no com ho feien els mestres de la Llei. En aquella sinagoga hi havia un home posseït d'un esperit maligne, que es posà a cridar: «Per què et fiques amb nosaltres, Jesús de Natzaret? ¿Has vingut a destruir-nos? Ja sé prou qui ets: el Sant de Déu!». Però Jesús el va increpar dient: «Calla i surt d'aquest home». Llavors l'esperit maligne el sacsejà violentament, llançà un gran xiscle i en va sortir. Tots quedaren molt sorpresos i es preguntaven entre ells: «Què és tot això? Una doctrina nova ensenyada amb autoritat! Fins i tot dóna ordres als esperits malignes i l'obeeixen!». I la seva anomenada s'estengué de seguida per tota la regió de Galilea.
Oració sobre les ofrenes: Senyor, a honor vostre hem posat aquests dons damunt l'altar; rebeu-los bondadosament i feu-ne sagrament de la nostra redempció.
Antífona de comunió (Sl 30,17-18): Deixeu veure al vostre servent la claror de la vostra mirada; salveu-me per l'amor que em teniu. Que no en tingui un desengany, jo que us invoco.
Postcomunió: Enfortits amb el sagrament de la nostra redempció, us preguem, Senyor, que aquest aliment de la salvació eterna faci progressar constantment l'Església en la fe veritable.


Vivim avui enmig d'un panorama ideològic plural en què circulen milers i milers de missatges, pensaments i ensenyaments. En aquest gran mercat, de vegades tan aclaparador, no és fàcil trobar una paraula viva i vivificadora. ¿Quantes paraules, quants ensenyaments arriben avui a les oïdes de l'home i del cristià? ¡Milions! I entre tots aquests milions de missatges, ¿on és la paraula que doni vida i aliment a l'ànima en el dia d'avui? El mestre cristià, ja sigui sacerdot, professor, pare de família o catequista, actualitzant l'ensenyament de Jesucrist ha de dir paraules vives, amb força d'eternitat, que no passin, sinó que perdurin, que donin sentit a la vida i serveixin de gresol a tots els milions d'altres paraules que escoltem al llarg de la jornada.
Davant d'aquesta magnífica realitat com és la Paraula de Déu i el seu valor infinit, hom sent la temptació de preguntar-se per què de vegades són tan avorrides les classes de religió o les homilies dominicals. ¿Què estem fent amb la Paraula Viva? ¿Per què, si és viva, no aconsegueix vivificar el cor del predicador cristià i de l'oient? Alguna cosa passa que fa de la Paraula viva i eficaç una paraula potser estèril i morta, o almenys sense grapa o impuls vital i transformador. Preguem perquè els mestres de la Paraula duguin sempre en els seus llavis i en el seu cor la Paraula de Vida.
Quan la paraula del mestre no és viva ni vivificant, no podem esperar una altra actitud que l'avorriment i el rebuig. Això és tan evident gairebé com un axioma. Però, ¿per què, fins i tot quan la paraula és plena de vida i infon vida, sovint tampoc no és escoltada ni acollida? Jesús va haver d'afrontar el rebuig a la seva Paraula, perquè els homes trobaven durs els seus ensenyaments. El que va succeir a la sinagoga de Cafarnaum n'és un paradigma: uns admiraven l'autoritat amb la qual Jesús ensenyava, però no feien el pas d'acceptar els seus ensenyaments, mentre que a d'altres ja els estava bé quedar-se en la seva situació, com en el cas de l'endimoniat, que llança a Jesús aquest dicteri: «¿Per què et fiques amb nosaltres, Jesús de Natzaret? ¿Has vingut a destruir-nos?». I Pau, ¿tal vegada no va haver de plantar cara a tants que no mostraven interès per l'Evangeli o simplement el rebutjaven?
No ens ha d'estranyar, doncs, que la Paraula Viva sigui com un partidor que divideix els homes entre els qui l'acullen o la rebutgen. La Paraula Viva és escoltada en la llibertat i per a fer homes lliures, però hi ha qui tria exercir el seu lliure albir rebutjant la font de la llibertat. La Paraula Viva és com una llavor que cau en terra bona, i també en terra dura, o que no té profunditat, o que està plena de cards. Demanem a Déu que amb la seva gràcia netegi i conreï el seu camp, de manera que els homes —els nostres feligresos, alumnes i fills— acceptin la Paraula Viva perquè produeixi en llurs cors i en llurs obres fruits abundants.

Domingo IV del tiempo ordinario (B)


Jesús enseñaba con autoridad

 Antífona de entrada (Sal 105,17): Sálvanos, Señor Dios nuestro; reúnenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo nombre, y alabarte será nuestra gloria.
Oración colecta: Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres.
Primera lectura (Dt 18,15-20): Habló Moisés al pueblo diciendo: «El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo, de entre tus hermanos. A él le escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir». El Señor me respondió: ‘Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, es reo de muerte’».
Salmo responsorial (94,1-2/6-7/8-9/R: 8): Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos en su presencia dándole gracias, vitoreándole al son de instrumentos / Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía / Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto: cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras» / R: Ojalá escuchéis hoy su voz; no endurezcáis vuestros corazones.
Segunda lectura (1Cor 7,32-35): Hermanos: Quiero que os ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
Aleluya (Mt 4,16): El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló
Evangelio (Mc 1,28-28): Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios». Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él». El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y lo obedecen». Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Oración sobre las ofrendas: Preséntanos, Señor, estas ofrendas en tu altar como signo de nuestra servidumbre; concédenos que, al ser aceptadas por ti se conviertan para tu pueblo en sacramento de vida y redención.
Antífona de comunión (Sal 30,17-18): Haz brillar tu rostro en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Postcomunión: Reanimados por estos dones de nuestra salvación, te suplicamos, Señor, que el pan de vida eterna nos haga crecer continuamente en la fe verdadera.


Vivimos hoy día en medio de un panorama ideológico plural en el que circulan miles y miles de mensajes, pensamientos y enseñanzas. En este gran mercado, a veces tan agobiante, no es fácil encontrar una palabra viva y vivificadora. ¿Cuántas palabras, cuántas enseñanzas llegan hoy al oído del hombre y del cristiano? ¡Millones! Y entre todos esos millones de mensajes, ¿dónde está la palabra que dé vida y alimente el alma en ese día? El maestro cristiano, ya sea sacerdote, profesor, padre de familia o catequista, actualizando la enseñanza de Jesucristo debe decir palabras vivas, con fuerza de eternidad, que no pasen, sino que perduren, den sentido a la vida y sirvan de crisol a todos los millones de otras palabras escuchadas.
Ante esta realidad tan estupenda como es la Palabra de Dios y su valor infinito, uno siente la tentación de preguntarse por qué a veces son tan aburridas las clases de religión o las homilías dominicales. ¿Qué estamos haciendo con la Palabra Viva? ¿Por qué, siendo viva, no logra vivificar el corazón del predicador cristiano y del oyente? Algo está pasando que hace de la Palabra viva y eficaz una palabra quizá estéril y muerta, o al menos sin garra o impulso vital y transformador. Oremos todos para que los maestros de la Palabra lleven siempre en sus labios y en su corazón la Palabra de Vida.
Cuando la palabra del maestro no es viva ni vivificante, no podemos esperar otra actitud sino el aburrimiento y el rechazo. Esto es tan evidente casi como un axioma. Pero, ¿por qué, incluso cuando la palabra está llena de vida e infunde vida, tampoco es escuchada ni acogida muchas veces? Jesús tuvo ya que afrontar el rechazo a su Palabra, porque los hombres encontraban duras sus enseñanzas. Lo sucedido en la sinagoga de Cafarnaum es un paradigma de ello: unos admiraban la autoridad con la que enseñaba Jesús, pero no daban el paso de aceptar sus enseñanzas, mientras que a otros ya estaban conformes con quedarse como estaban, como en el caso del endemoniado, que lanza a Jesús este improperio: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?». Y Pablo, ¿acaso no tuvo que hacer frente a tantos que no mostraban interés por el Evangelio o simplemente lo rechazaban?
No nos debe extrañar que la Palabra Viva sea como un parteaguas que divide a los hombres entre quienes la acogen o la rechazan. La Palabra Viva se escucha en la libertad y para hacer hombres libres, pero hay quienes eligen ejercer su libre albredío rechazando la fuente de la libertad. La Palabra Viva es como una semilla que cae en tierra buena, y también en tierra que está dura, o no tiene profundidad, o está llena de espinos. Pidamos a Dios que con su gracia limpie y cultive su campo, de modo que los hombres -nuestros feligreses, alumnos e hijos- acepten la Palabra Viva para que dé en su corazón y en sus obras frutos abundantes.



domingo, 22 de enero de 2012

Diumenge III durant l'any (B)



Antífona d'introducció (Sl 95,1.6): Canteu al Senyor un càntic nou, canteu al Senyor arreu de la terra. Glòria i majestat fan guàrdia davant d'Ell; poder i esplendor l'assisteixen al seu temple.

Col·lecta: Déu totpoderós i etern, feu que visquem d'acord amb la vostra voluntat, i que en nom del vostre Fill, donem fruit abundant de bones obres.

Lectura primera (Jo 3,1-5.10): El Senyor va comunicar a Jonàs la seva paraula. Li digué: «Vés a Nínive, la gran ciutat, i proclama-hi el missatge que t'indicaré». Jonàs, tal com el Senyor li havia ordenat, va anar-se'n a Nínive. La ciutat de Nínive era immensa, tant que calien tres dies per a recórrer-la sencera. Jonàs començà a recórrer la ciutat. Va caminar tota una jornada cridant: «D'aquí a quaranta dies, Nínive serà destruïda!». Els habitants de Nínive van fer cas de Déu; tots, rics i pobres, decidiren de proclamar un dejuni i es vestiren amb roba de sac. Déu va veure que de fet havien renunciat al seu mal camí. Llavors li va saber greu de fer-los el mal que havia anunciat, i se'n va desdir.

Salm responsorial (24,4bc-5ab/6-7b/8-9/R: 4b): Feu que conegui, Senyor, les vostres rutes, ensenyeu-me els vostres camins. Encamineu-me amb la vostra veritat, instruïu-me, perquè vós sou el Déu que em salve / Recordeu-vos, Senyor, de la vostra pietat i de l'amor que heu guardat des de sempre. Compadiu-vos de mi, vós que estimeu tant / El Senyor, bondadós i recte, ensenya el bon camí als pecadors. Encamina els humils amb la seva justícia, els ensenya el seu camí / R: Feu que conegui, Senyor, les vostres rutes.

Lectura segona (1Co 7,29-31): Vull dir, germans, que el temps s'acaba. D'ara endavant, els qui tenen muller, que visquin com si no en tinguessin; els qui ploren, com si no ploressin; els qui estan contents, com si no ho estiguessin; els qui compren, com si no tinguessin res; els qui treuen profit d'aquest món, com si no en traguessin gens. Sapigueu que aquest món passa.

Al·leluia (Mc 1,15): El Regne de Déu és a prop. Convertiu-vos i creieu en la Bona Nova.

Evangeli (Mc 1,14-20): Després que Joan fou empresonat, Jesús anà a Galilea i anunciava la bona nova de Déu. Deia: «S'ha complert el temps i el Regne de Déu és a prop. Convertiu-vos i creieu en la Bona Nova. Tot passant vora el llac de Galilea, veié Simó i el seu germà Andreu, que tiraven les xarxes a l'aigua. Eren pescadors. Jesús els digué: «Veniu amb mi i us faré pescadors d'homes». Immediatament deixaren les xarxes i el van seguir. Una mica més enllà veié Jaume, fill de Zebedeu, i el seu germà Joan, que eren a la barca repassant les xarxes, i tot seguit els va cridar. Ells deixaren el seu pare Zebedeu amb els jornalers a la barca i se n'anaren amb Jesús.

Oració sobre les ofrenes: Accepteu, Senyor, les nostres ofrenes i feu que ens aprofitin per a millorar la nostra vida cristiana.

Antífona de comunió (Sl 33,6): Alceu vers el Senyor la mirada. Us omplirà de llum, i no haureu d'abaixar els ulls avergonyits.

Postcomunió: Concediu-nos, Senyor, Déu totpoderós, que, havent rebut de vós aquest pa de vida, ens gloriem sempre dels vostres dons.


Convertiu-vos i creieu en la Bona Nova

La relació de l’ésser humà amb Déu es fonamenta en la crida que Ell ens fa: primer de tot, ens ha cridat del no-res a l’existència; després, en donar-nos la vida, ens ha cridat a una missió, que cadascú ha de veure i desenvolupar. El nostre pas per la terra ha de fer una aportació al Regne de Déu, el qual no és simplement una realitat del més enllà, sinó que ja el tenim present enmig nostre. És fàcil que no veiem aquesta missió a la qual Déu ens crida, o que no la vulguem veure, com li va passar al profeta Jonàs que, de primer, es va resistir a la crida divina abans no va anar a Nínive. Una comprensió egoista de l’existència ens fa defugir sovint els problemes; veiem que la vida se’ns fa complicada i voldríem estar tranquils. Tanmateix, pensar i actuar d’aquesta manera és un error, en primer lloc perquè la vida no és tan complicada com pensem o com ens la fem; i, en segon lloc, perquè totes les responsabilitats i càrregues que mirem d’evitar cauran indefectiblement sobre els altres. El que és cristià és seguir el consell que ens dóna l’apòstol Sant Pau: «Ajudeu-vos a portar mútuament les vostres càrregues i compliu així la Llei de Crist» (Gal 6, 2); és una manera de concretar la fraternitat que ha de regnar en la vida comunitària i de manifestar la conversió necessària per creure en el Regne de Déu i entrar en ell.
Ens pot causar sorpresa el fet que, sense més ni menys, aquells pescadors del Mar de Galilea, deixessin les xarxes i es posessin a seguir Jesús; tanmateix, el record de l’Evangeli del diumenge passat ens ajudarà a entendre el fragment que acabem d’escoltar avui. Jesús no era un desconegut per aquells homes; Andreu, Joan, Simó Pere, Felip, Natanael i altres ja havien tingut trobades amb Ell i ja el coneixien; ja l’havien escoltat i havien quedat captivats pel seu ensenyament, d’aquí la promptitud i la generositat davant la seva crida; és una resposta que neix de la confiança i de l’amor i que hauria d’inspirar també la nostra resposta personal al Crist.
Seria un error reduir la crida i la resposta a la idea de la sola vocació sacerdotal o religiosa, com si la invitació a seguir Jesucrist no s’adrecés a tot home i a tota dona que, en llurs circumstàncies personals, és convidat o convidada a posar-se en camí i fer la ruta que mena al Regne. Certament que aquest text es fonamental per entendre la vocació al sacerdoci o a la vida religiosa, especialment quan se’ns diu que aquells primers deixebles «abandonaren les xarxes i se n’anaren amb Ell»; però també és important per entendre la vocació cristiana que tot deixeble de Jesús ha de viure i desenvolupar, ja que la crida a ser pescadors d’homes és per a tothom. De vegades penso que la majoria dels cristians ens comportem més com a “fidels o cumplidors de la religió cristiana” que com a deixebles de Jesucrist. M’explicaré, perquè aquesta expressió pot causar sorpresa: podem caure en el perill de reduir la fe al compliment d’uns ritus i preceptes en el marc d’una institució –l’Església- que té l’objectiu de satisfer les nostres necessitats espirituals i oblidar-nos de ser transmissors de l’Evangeli als altres. Un sacerdot amic meu m’explicava que, davant la queixa dels matrimonis d’un grup amb el qual es reunia, perquè veien que eren pocs i que no hi havia saba nova, els hi va prenguntar: «Bé, mireu sincerament en tot aquest temps…, ¿algú de vosaltres ha convidat altres matrimonis a venir?, ¿ha fet alguna cosa per fer conèixer l’Evangeli?» La resposta va ser el silenci, perquè tothom va reconèixer que no havia fet gran cosa. Davant la proposta de Jesús: «Veniu amb mi i us faré pescadors d’homes», no ens podem quedar pas indiferents. Arreu del món estan sorgint noves iniciatives d’evangelització que hauríem de conèixer més, demanant a Déu la llum i la força de l’Esperit Sant per tal de dur-les també nosaltres a terme o de fer sorgir noves idees.

Domingo III del Tiempo ordinario (B)


Antífona de entrada (Sal 95,1.6): Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra. Honor y majestad le preceden, fuerza y esplendor están en su templo.

Oración colecta: Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto.

Primera lectura (Jon 3,1-5.10): En aquellos días, vino de nuevo la Palabra del Señor a Jonás: «Levántate y vete a Nínive, la gran capital, y pregona allí el pregón que te diré». Se levantó Jonás y fue a Nínive, como le había mandado el Señor. (Nínive era una ciudad enorme; tres días hacían falta para atravesarla.) Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día pregonando: «Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada». Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno, y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Cuando vio Dios sus obras y cómo se convertían de su mala vida, tuvo piedad de su pueblo el Señor, Dios nuestro.

Salmo responsorial (24,4bc-5ab/6-7b/8-9/R: 4b): Señor, enséñame tus caminos instrúyeme en tus sendas. Haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador / Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor / El Señor es bueno y es recto. y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes / R: Señor, instrúyeme en tus sendas.

Segunda lectura (1Cor 7,29-31): Hermanos: Os digo esto: el momento es apremiante. Queda como solución: que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la presentación de este mundo se termina.

Aleluya (Mc 1,15): Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.

Evangelio (Mc 1,14-20): Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia». Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con Él.

Oración sobre las ofrendas: Señor, recibe con bondad nuestros dones y, al consagrarlos con el poder de tu Espíritu, haz que se conviertan para nosotros en dones de salvación.

Antífona de comunión (Sal 33,6): Contemplad al Señor y quedaréis radiantes; vuestro rostro no se avergonzará.

Postcomunión: Dios todopoderoso, te pedimos que cuantos hemos recibido tu gracia vivificadora nos alegremos siempre de este don admirable que nos haces.


La relación del ser humano con Dios se fundamenta en la llamada que nos dirige: en primer lugar, nos ha llamado de la nada a la existencia; después, al darnos la vida, nos ha llamado para una misión, que cada cual debe ver y desarrollar. Nuestro paso por la tierra ha de aportar algo al Reino de Dios, que no es tan sólo una realidad del más allá, sino que ya está presente entre nosotros. Es fácil no ver o no querer ver esta misión a la que Dios nos llama, como le sucedió al profeta Jonás que se resistió a la llamada divina antes de ir a Nínive. Una comprensión egoísta de la existencia nos hace huir a menudo de los problemas; vemos que se nos complica la vida y deseamos estar tranquilos. Sin embargo, es erróneo pensar y actuar así; en primer lugar porque la vida no es tan complicada como pensamos o como nosotros la hacemos; y, en segundo lugar, porque todas las responsabilidades y cargas que procuramos evitar caerán indefectiblemente sobre los demás. Lo más cristiano es seguir en consejo del apóstol San Pablo: «Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la Ley de Cristo» (Gal 6, 2); ésta es una manera de concretar la fraternidad que debe reinar en la vida comunitaria y de manifestar la conversión necesaria para creer en el Reino de Dios y entrar en él.
Puede sorprendernos el hecho de que aquellos pescadores del Mar de Galilea dejen las redes así sin más y se pongan a seguir a Jesús; no obstante, el recuerdo del Evangelio del domingo pasado nos ayudará a entender el fragmento de hoy. Jesús no era un desconocido para aquellos hombres; Andrés, Juan, Simón Pedro, Felipe, Natanael y otros ya se habían encontrado con Él y ya lo conocían; ya lo habían escuchado y habían quedado cautivados por su enseñanza, de aquí la prontitud y la generosidad ante su llamada; es una respuesta que nace de la confianza y del amor y que debe inspirar también nuestra respuesta personal a Cristo.
Sería un error reducir la llamada y la respuesta a la idea de la sola vocación sacerdotal o religiosa, como si la invitación a seguir a Jesucristo no se dirigiera a todo hombre y a toda mujer que, en sus circunstancias personales, es llamado o llamada a ponerse en camino hacia el Reino. Ciertamente, este texto es fundamental para entender la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa, especialmente cuando se dice que aquellos primeros discípulos «dejaron las redes y lo siguieron»; pero también es importante para entender la vocación cristiana que todo discípulo de Jesús ha de vivir y desarrollar, ya que la llamada a ser pescador de hombres es para todos. A veces pienso que la mayoría de los cristianos nos comportamos más como “fieles cumplidores de la religión cristiana” que como discípulos de Jesucristo. Me explicaré, ya que esta expresión puede causar sorpresa: podemos tener el peligro de reducir la fe al cumplimiento de unos ritos y preceptos en el marco de una institución –la Iglesia- que tiene por objetivo satisfacer nuestras demandas espirituales y olvidarnos transmitir el Evangelio a los demás. Un sacerdote amigo me explicaba que, ante la queja de los matrimonios de un grupo con el que se  reunía, porque eran pocos y no había nueva savia, les preguntó: «Bien, veamos sinceramente… ¿alguno de vosotros ha invitado a venir a otros matrimonios?, ¿ha hecho algo para dar a conocer el Evangelio?» La respuesta fue el silencio, porque todos reconocieron no haber hecho nada. No podemos quedar indiferentes ante la propuesta de Jesús: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres». En muchos lugares del mundo están surgiendo nuevas iniciativas de evangelización que deberíamos conocer más, pidiendo a Dios la luz y la fuerza del Espíritu Santo para llevarlas a cabo también nosotros o para hacer surgir nuevas ideas.